domingo, 30 de octubre de 2011

Amarrar lo inamarrable

Cáncer, corazones infartados, atropellos, la muerte está en todas partes, y el crimen, reside en el alma presa de datos, experiencias ajenas y sensaciones vanas. La calma que inhibe mis músculos está cohartada por mi tristeza interior. Lo dijo Drexler, lo dije yo, las lágrimas me han enseñado a apreciar sentidos, caricias náufragas, a quedarme con cada minuto que se que nunca podré amarrar. Porque es complejo acercarse al lago, tantear la vida y hablarle mirando sin miedo a la fugacidad del ser, al impensable adiós fortuito que nadie esperaba ni espera, y que un día aparece con burlona frialdad.
Y así es como es.
Porque las horas pasan, persiguiendo cuerpos caducos, lástimas en forma de vergüenza, labios cerrados víctimas de una moral que apresa más que salvar. La espera no conduce a ninguna parte, los precios cambian, las mareas suben, y está el empeño de someter un cuerpo, o enriquecerse a costa de perder los sueños... ¿Felicidad? En picos de papel de plata entre el infierno y placer.

Pero la culpa, descansa infinita en nuestra implacable soledad.
En la aparente futilidad humana necesitan saberse atados, encontrar un sentido fuera de sus limitaciones, reunir una serie de objetos, formas, títulos, o seres, con los que sentirse plenos.
Y la plenitud, después de todo este tiempo, solo la encontré en los hechos.

Por eso en mi soledad quiero vivir de los mares, ahogarme en atardeceres, coger una pulmonía bajo la lluvia helada que empapa Madrid, moviéndome entre los que buscan refugio, entre los que se tapan bajo un periódico de ayer. Quiero destaparme a la vida, mostrarme entero, vivir mis días con quienes completan mi vida y compartir hechos, no palabras, no maneras, no instrumentos, y sobre todo no promesas. Porque en una promesa juega también el miedo, la distancia, y sobre todo la impotencia de la condenación a algo futuro.



Nuestro planeta dicen que es único en el universo, único en forma, tamaño o capacidad... Y sin embargo, necesita del Sol para existir con cada característica intrínseca, para albergar la vida, para mantenerse a salvo del frío y oscuro universo. Y al final es lo que somos, soledades perdidas, peces sin dueño en un océano infinito de posibilidades, dudas, proyectos, ilusión y sobriedad, que sin embargo necesita la compañia para sobrevivir al caos,entre causas coherentes y causas perdidas.


Y causas perdidas hay miles, causas inútiles, y al fin llegó el momento en mi vida en el que solo quiero vivir de éstas, llegó el momento en mi vida en el que me di cuenta de que... Me di cuenta, de que quiero morirme sabiendo que resulté un completo estúpido plagado de anécdotas. Resulté un jodido incordio a la planificada suerte que me ampararon nada más nacer porque esquivé al destino como esquiva el viento las velas de un galeón. Quizás tan solo quiero convertirme en un caso perdido para, por fin, encontrarme en el caos.

La soledad no es evitable, la soledad es realidad. Pero quiero vivir la mia en este preciso instante, justo donde estoy, en el más onírico de mis deseos hoy por hoy. A tu lado.