Buscaban a Dios sin querer encontrarlo,
amaban con miedo, se ahogaban de sed.
Yo a la sed la cubría con sombra,
viviendo de fuentes ajenas
entre faros intermitentes.
Doce segundos, brillo sin fuerza,
y otra vez sed, triste bucle.
La soledad es el cáncer de invierno,
la pretensión solo un arma,
pero es tan fácil arrastrarse
y morirse de sed,
es tan fácil tragarse las ganas,
ahondarse en si mismo,
que apenas quedan actitudes inconformes,
ya no es rentable saber.
-querer saber también me vale-
Se pasan los tiempos
de labios sonando a sorpresa,
de esos que sirven coartadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario