sábado, 3 de diciembre de 2011

Amor de lata

La gente ya no quiere amarse,
duermen todos, nadie grita.
El miedo al daño, al descontrol,
cambió las formas,
y ahora no hay lunes, no hay mediasnoches,
ya no se pone el Sol
o nadie mira ya hacia arriba.

Vírgenes de trama, belleza inerte,
días sin atardecer, ojos sin brillo,
la espera acabó arrugando
cada instante, cada amapola,
ofensa a un cuerpo de piel
marchitándose a solas consigo mismo,
sin más pasión que hablar de espera...

Mas yo, paseo inconforme,
tiritando, inalterado,
creyéndome digno mortal.
Quiero morir perdiendo.

Morir tal vez
tras un idilio en las cocheras,
o un rechazo en Ribadeo,
dando un abrazo a un policía
por querer divagar,
o tras perder a una princesa
que acabó por no aguantarme.

No me importa.

La espera acaba en la muerte.

Yo, quiero al morir cerrar los ojos,
contar las piernas, las ilusiones,
las lágrimas, y sonreir,
sabiendo que entendí la vida
cual sinusoide de felicidad,
de vértigo, de caos, y pérdida.



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